El conjunto catedralicio se ubica en el lugar más elevado de la ciudad, sobre un promontorio que ocupó, inicialmente, el acuartelamiento de los ejércitos romanos comandados por el general Cneo Cornelio Escipión (s. III a. C.). En el siglo I d. C. este espacio se transformó en una área sacra presidida por el templo de Augusto. En época visigoda (s. V-VI) el recinto de culto imperial se transformó, probablemente, en conjunto episcopal con la catedral, el baptisterio y el palacio del obispo. Después del paréntesis de la época islámica, en que no se documenta ninguna edificación, se inició la construcción de la catedral medieval a partir del año 1171. El arzobispo Hug de Cervelló legó en su testamento recursos económicos para iniciar su construcción. La catedral se emplazó aprovechando los restos del recinto de culto imperial romano.
La Catedral, que fue planificada en cruz latina con una longitud de 104 metros y un gran claustro con decoración marmolizada y 295 capiteles, se convirtió en una de las catedrales románicas más imponentes de la cristiandad. En el año 1331 fue consagrada por el arzobispo y patriarca de Alejandría, Juan de Aragón. Debido a la peste negra que llegó a Tarragona en el año 1348, la fachada quedó inacabada. Las capillas que se abren en las naves laterales muestran una evolución estilística que va desde la época del gótico hasta la del barroco. Hoy, la catedral, metropolitana y primada, sigue siendo un faro espiritual y cultural en pleno siglo XXI.